Guadalajara

(Quiero terminar este año de altas y bajas recordando la mejor semana, a modo de cuento).

La emoción por la noticia se reflejaba en sus ojos de vidrio, que como aparadores reflejaban algo que se puede explicar fácilmente: esa emoción por las cosas que otros no comprenden, ese encanto por lo que vendrá, esa emoción por saber que un sueño se iba a cumplir.

Y esa emoción fue contagiada de diversas formas, en la espera por el anuncio oficial, el boleto en mano, la fila para entrar, el itinerario de los autobuses para seguir a la banda. El pánico por algo que pudiera salir mal, y las mentiras de un pobre diablo que solo quería molestar.

Todo estaba hecho, el plan, entradas aseguradas, solo faltaba que llegaran los días lluviosos de septiembre que ameritaban ser feliz, sin importar las carencias en el trabajo y la mala planeación de una editorial en declive, el adiós a los artículos de lucha libre para ahora centrar la atención en quesos con hongos, vinos caros y regiones donde la vid se reproduce como moho. Y ese jefe que no sabe dirigir más que su vida y su cortometraje, adular su colección de máscaras y evadir la creatividad.

Y así como otras veces me salí de esa oficina temprano, tenía un mejor lugar a dónde ir, estaba lloviendo y ella era la primera en la fila, como siempre tan bonita, aunque dice que la ocasión lo ameritaba. Entonces cada día es importante. Seguir esperando entre amistades, rumores y comentarios a que salieran aquellos lejanos músicos que nada saben de nosotros, pero que en algunas letras es como si contaran nuestras vidas, el sonido confortable se apiade de nosotros.

Y al fin su grito eufórico termina con una espera, y yo detrás de ella también me emociono por lo que está viviendo, y por lo que hemos vivido. Porque aquel día de su mayor colapso me dejó la discografía en mi computadora, un dolor de espera y un mensaje: puedo verlo en tus ojos, sé que estarás bien. Y como se lo prometí, escuché cada canción, y recordé momentos, y conocí ideas, y al fin encontré entre todas esas letras lo que en verdad quería decirle.

Y ella no dejaba de gritar, y yo de robarme el audio para después editarlo y que pudiera recordarlo y guardarlo por siempre. Y la firma en sus discos era solo una seña más de lo que vendría. Todo iba tan bien, hasta el día siguiente, que de nuevo abandoné la oficina temprano para caminar en la lluvia hasta otra fila, donde de nuevo hermosa esperaba a que todo sucediera.

Y de nuevo la catarsis en primera fila, y los gritos opacando la lírica de aquel tímido Danés y sus compañeros que inmóviles admiran y tocan como si nada estuviera pasando, pero no saben o no comprenden el desato que acaban de lograr con 3 o 4 notas y un estribillo: i wish i never had found.

Y cada canción me decía algo, y sus reacciones eran inevitables, y el final del recital se consumo con el abrazo más fuerte que jamás le había dado a alguien, por el momento, por lo que significaba esa canción e implica hasta ahora, y por lo que aun nos faltaba y falta por recorrer. Y así comenzó el viaje, más lejos después de dormir en la misma cama donde espera y sueña, donde descansa y llora, y donde toda su realidad comienza.

Despertar temprano con la emoción aun en la mente, y tomar el primer autobús a Guadalajara. El desayuno y la primera foto en los asientos, dormir en el camino, cederle como siempre el asiento que da a la ventana, para que mire el mundo y le sonría al cielo, y para que le diga a la nube más blanca: ¿me recuerdas?. Yo jamás te abandonaré porque somos iguales.

Llegada sin contratiempos y una cálida recepción, la familia Castro Negrete y su bella casa, la buena comida y las atenciones que jamás olvidaremos, y de nuevo hasta otra fila, en otro estado esperando ver a la misma banda, esta vez un poco a distancia y en diferente forma, pero con la misma emoción. Ya sabíamos a lo que nos ateníamos, ha habían sido 2 noches de cantar y escuchar, se estaba convirtiendo en una agradable rutina que por desgracia esa noche debía terminar, de nuevo al compás del sonido confortable y de la despedida obligada. El camino seguía para ellos y debían partir, gracias por sus regalos, y ella sonrió porque el regalo fue suyo.

Y ya que estábamos en Guadalajara decidimos salir a caminar, recorrer el centro, beber tejuino, visitar un templo gótico y hacernos de anécdotas, ir al estadio, comer delicioso, ver un arcoiris, hasta el clima estaba a nuestro favor, porque la llovizna no interrumpió comprar recuerdos en Tlaquepaque, y reír casi de todo, y recordar y contar historias, y descansar de la rutina que dejamos en la ciudad, a la que de todos modos teníamos que regresar.

Adiós a la tierra de la familia lejana, de los que deben estar allá y los que tuvieron que irse, donde “Tomás” ladra y cuida una casa, donde “Emil” camina y duerme en una jaula, donde las personas son irremplazables por fotografías y la nieve de cajeta es deliciosa, donde tuvimos que ir para cerrar un ciclo, y donde volveremos algún día para volver a ser felices, comer la mejor birria del mundo y tortas ahogadas que hacen lagrimar los ojos, donde las noches eran perfectas y se podía fumar sin abrir una ventana, y la vista maravillosa e inolvidable de su travesura, el encendedor en su mano derecha, y comenzar el viaje sin tener que levantarnos hasta el día siguiente, tan solo para decir “hasta pronto”.

De nuevo le cedí la ventana a las 11 de la noche, y Guadalajara oscura se quedaba detrás de nosotros, la luz del nuevo día nos recibía en nuestro lugar al que en verdad no queríamos regresar, pero debíamos. Mandé al diablo el trabajo, la acompañé a su casa para dormir otro poco, y luego tuve que volver a decirle adiós. No es fácil desligarte de alguien con quien viviste días de gloria, de nuevos sabores, compañías, climas, promesas, abrazos en la oscuridad y canciones, de nuevo, como habían sido tocadas en vivo por esa banda, de nuevo tenía que decirle adiós, te veré pronto, más no por la mañana a mi lado. Te esperaré en el metro, a que salgas de la escuela, a que termine mis labores, en la cafetería, gracias por todo.

Mi realidad volvió un 15 de septiembre en familia, y ella ya no estaba, y aun quedaba un día de descanso, la mañana comenzó sin ruidos de aviones, y con mensajes de la madrugada, y con la pinche carga de saber que debía volver a la oficina, a extrañar todo, a esperar un pago, a escribir sobre un estúpido vino, a leer el twitter y jugar Mafia wars, a recordar todo, a extrañar el camino, como buen viajero, como siempre quise solitario, pero me di cuenta que a veces vale la pena estar acompañado, o acompañar a alguien. En el camino y en la vida, porque a veces no es fácil, lo sabía, la canción me lo recordaba.