fucking great days

Episodio 1

Todo comenzó (como un buen y común comienzo de historia escrita, tipo: érase una vez), con un rollo de sushi aderezado con THC, sustancia que se activó gracias al calor del sartén y combinada con mantequilla. Una genial forma de pasar en jueves santo, mientras figuras de Cristo salían a pasear y actores a ser masacrados por una pesada cruz en una bonita representación. El calor nos calaba fuerte, el síndrome de inactividad de semana santa hizo que en jueves hiciéramos una fiesta en nuestras bocas. Frenger sacó la bolsa con el material y puso una pizca de felicidad en nuestras aburridas vidas, aunque fuera por un momento.

Risas tontas ante las pendejadas de actores de plástico en un programa de variedad, y sus coros repetitivos, y trucos de magia de un viejo mago, el maldito calor y las almendras con chocolate más deliciosas que he probado en la vida. Frenger recargada en mi hombro, cansada, perdida en la agudeza de sus sentidos, esperando que baje el efecto, que duró incluso hasta que traspasó aquella puerta negra de su casa que a veces me desagrada, porque se cierra y es un muro infranqueable que no puedo pasar para dormir con ella.

Y el sueño ligero, y recordar viejas historias, y como cada noche el mismo deseo de llegar lejos, y volver a despertar, entre sueños activos y la dificultad para respirar y descansar: viernes santo, sábado de gloria, domingo de resurrección. Volver a trabajar es una mierda cuando la has pasado tan bien el fin de semana.

Episodio 2

Una mentira piadosa para salir temprano del trabajo, porque ya quería verla y se hacía tarde. Y mi estomago frágil que no cooperaba, mi órgano dañado que curé con antibióticos, una manzana, galletas de avena y agua. Y el camino, y enfrentar al ogro y decirle que la iba a regresar sana y salva, que nos dejara en paz. Y nos fuimos.

Calor del subterráneo, y un pequeño trozo de brownie de chocolate derritiéndose en mi boca, otra vez la sustancia, mi estomago se sintió mejor, mis bromas, su risa punzante, un acorde que quiero escuchar siempre. Y esperar entre la tierra suelta de Santa Fe a alguien que no llegó, y más brownie y más frío y Quiero club tocando horrible a lo lejos, esperando por la cacería de brujas, caminar entre gente que cree brillar y que en verdad son unos imbéciles, la moda de vestirse como puta, la actitud de creer saberlo todo. Gente que se pierde tras de nosotros y que nos valen un comino, moho de la sociedad, calla, ya salió Bloc party, sonando tan asquerosamente bien, con tanto delay, y ese cabrón de la batería, que espero no el vuelva a dar un infarto, y ya entiendo por qué le dio antes.

La música en vivo fue creada para nosotros, o nosotros para ella, filosofar no importa ahora, escuchar y recordar, así debería ser todo, de simple, de maravilloso. Escuchar y esperar a que nunca termine, quedarnos con la euforia, comentar la sónica, ayudarnos. Y como siempre, como somos Frenger y yo, tragones, a cenar tacos con 2 salsas (incluso de 2 diferentes locales como en otro viejo episodio), y a dormir a distancia, descansando del gran día, esperando partir. El sueño ligero de la sustancia.

Episodio 3

Jack Keroauc decía que el camino es la vida, lo sé, por eso me gusta caminar y llegar lejos, por eso la carretera es como la sustancia: necesaria, ideal, relajante, inspiradora. Y así llegamos a San Pedro Zictepec, y luego a Tenancingo, al salón de la gran fiesta, la costumbre que se pierde o se rechaza, pero no deja de ser costumbre. Globos plateados y azules en forma de estrella, Frenger sentada en el suelo amarrando listones, y molestándome, y es que solo ella puede hacerlo y hacerme reír de tal manera. Y encontrarle cada vez un nuevo sentido o concepto a la palabra belleza, con su sueño recargada en la ventana de la camioneta, con su vestido de polka dots, con sus lentes en forma de corazón, con su risa en la iglesia, burlándose de mí en un baile frenético y sin ritmo.

Y comer sin gusto y beber y reír y bailar y sacar fotografías, y de camino al alter party comer los últimos brownies y esperar a que hagan efecto. Y beber tequila y cruzarnos y fumar y hablar con helio y hacer un desmadre con todos en una habitación, invaders must sleep, not die, y perdernos en la oscuridad, ella y yo, perdernos y encontrarnos.

(…)

Caminar hasta un río bajando una barranca, comer chicharrón con salsa casera, descubrir un pez koi en un ojo de agua, lanzando monedas para deseos que no se cumplirán, porque en nosotros queda hacer que se cumplan, no en níquel oxidado en el fondo de las piedras con agua. El regreso a casa después de comer deliciosas quesadillas de manos de una señora que las vende en la sala de su casa a los aficionados al futbol llanero, la cancha del pueblo llena de entradas duras y balonazos a ningún lado. La ciudad nos recibe con lluvia, diciendo: todo ha terminado, vuelvan a sus vidas que el viaje no es eterno.

Una apuesta ganada, y despedirme de ella en línea: gracias por todo, y esperemos otro viaje así. Regreso al trabajo el lunes, con el malestar de la rutina, con el odio hacia el sistema, con la sensación de que se ha ganado un recuerdo, y perdido una felicidad momentánea, que volverá en el próximo viaje, porque no ha sido el último.

Episodio 4

Influenza, a quién le importa.


Episodio 5.

Y con nuestras bocas tapadas graciosamente y gracias al pánico sembrado por intereses que no me incumben pero nos afectan, salimos a caminar, y meter las manos a viejas pacas de ropa de 5 y 10 pesos, tacos de birria de dioses, una mochila barata para meter las cosas de próximos viajes, el horrible calor y el cansancio, y regresar a su casa a descubrir nuestros hallazgos, su chingona playera de Star wars, tacos de costilla y frijoles, regresar a casa sin querer hacerlo. Y esperar la contingencia, y las cifras, y esperar volver a verla, para beber el sábado, y decirle que es la más hermosa. Y buscarla el domingo para comer la mejor pizza, y estar con ella en la cafetería, mientras el caos nos deja solos. Volver casa con un frappè, y al tianguis de nuevo el martes, antes de que todo vuelva a la normalidad, y el virus se extinga, y ahora nos cargue la crisis y la devaluación. Y qué diablos, nosotros seguimos comprando, y buscando, y vistiéndonos de buena forma, y caminando y cansándonos, y perdiéndonos en una mesa, beber agua, separarnos, para volver a encontrarnos, y hacer un plan siniestro para ir más lejos, y esperar a que al fin…

(no lo puedo creer, pero mientras posteo esto, escucho a un organillero afuera: la, la lala, lala…Jeux d`enfants, voy a salir a darle una moneda)