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Le haré caso a la legión (que no región) más transparente, y no dejare de escribir, o como decía Henry, de escupir poemas…o lo que sea.

Más actividades celebrando a Carlos Fuentes, hice acto de presencia a las mesas de análisis literario, mas no al estreno de la opera de Santa Anna, porque no tengo corbatas de moño. La gala no es para mi, nunca me he puesto un smokin, y lo haré cuando sea absolutamente necesario, y tal vez deba alquilarlo, algo muy Chopin y menos James Bond.

Llegue pues a tomar asiento alrededor de una mesa con copas de agua, a hablar de la obra del festejado, y de ahí, como toda buena discusión, se filtraron otros temas, autores, traumas, demonios, confesiones, y planes de acción. Nos regalaron libros, nos invitaron a la FIL, pocos afortunados tendrán la oportunidad de ir, yo me quedare en casa. Y aprovechando el viaje de regreso, abrí el enorme libro llamado “Las caras de la luna”, que en vez de poemario mas bien parece libro de diseño gráfico o fotografía, de tamaño y forma muy parecido a uno que tengo por ahí de la obra de Rembrandt.

Total que recordé que en uno de mis episodios ociosos frente a la televisión hace días o semanas, me sonó el apellido Alemán, ya saben, de esos que aquí en México son sinónimo de dinero y poder. Entrevistaban a una agradable chica con sonrisa perfecta acerca de su boda con hijo de famoso cantante, Christiane se llama la susodicha. Ah si, como en la portada del libro.

Leí poéticamente sentado en el ultimo asiento de un microbús, los pensamientos de amor de una chica que nunca ha sufrido por ausencia de ramos de rosas, boletos para un concierto, cenas románticas a la luz de las velas, caminos de pétalos de rosas a una cama con sabanas de seda, todos esos lujos del amor como de postal de 14 de febrero, o peor aun, de telenovela de Televisa, ah porque también se apellida Burillo…¿no les suena a televisión?

Cerré el bonito libro, porque la impresión es impecable, el diseño, no quiero imaginar el costo (que sinceramente no pagaría) por leer cuentos de hadas y fantasías y paisajes maravillosos en un mundo que se cae a pedazos. Creo en el amor, tengo sentimientos, miro a las parejas en los parques descansando en el pasto, o en el metro abrazados, o en las filas del cine los miércoles de 2x1, y les creo... una flor puede ser tan valiosa, o más que un diamante, todo es relativo. Y al leer a esta chica y su mundo de ensueño, influencias y cunas de oro, simplemente no le creo. Me pregunto si en verdad la tomó en cuenta un editor, o su papá hizo una llamada y devolvió un favor…no sé, pero no le creo.

Mejor leo a Alfonsina Storni.

Y le sigo creyendo a Fuentes el homenajeado, a Baudelaire el desahuciado, a Monsivais el parlanchin, Miller el sucio, Bukowsky el maldito, Faulkner el incomprendido, García Márquez el volador, Pizarnik la dolorosa, Sabines el sincero, a todos los Griegos sabios, y a Kerouac el iluminado.

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